sábado, 29 de diciembre de 2007

Veraz

No llores. No es necesario.

Ya sabías de antemano que esto iba a suceder. Poco antes de que empezaras la idea surcó fugazmente tu cabeza. Te molestaste en borrarla, en que no quedase ni una sola huella del miedo que sentiste.

Pero no podías evitarlo. Pasaría, en contra de tu voluntad.

Nunca destacaste, nunca brillaste, nunca fuiste diferente a cualquier otro ser. Nunca te saliste de la media. Lo que te convierte en mediocre.

No eres diferente a ellos. No eres diferente a nadie. Y eso que te has dejado la piel en intentarlo.

Y ahora mírate. Llena de rasguños y de heridas, con los ojos hinchados de llorar y el poco amor propio que te quedaba convertido en un reducto de patética autocompasión.

Ni se te ocurra pensar que algún día harás cosas grandes. Ni por un momento pienses que alcanzaras alguna de tus metas.

Lo siento, alguien debió arrancarte las alas mucho antes.

viernes, 21 de diciembre de 2007

Holocausto

“Yo he dado positivo”.

Se le heló la sangre cuando esas palabras resonaron en su tímpano. Se le paró el corazón. Sabía lo que eso significaba.

Adiós a una vida normal. Adiós a las noches de fiesta locas, adiós a no prestar atención a su alimentación y al estado de su cuerpo.

Tendría, o debería dejar de fumar. Si ya de por si le iba a costar respirar no sería bueno agravarlo con un enfisema.

Tendría que olvidarse de su idea de tener su propia descendencia. Jamás quiso hacerlo, pero ahora le agobiaba la idea de no poder cambiar de opinión. Se imaginó por un instante a los 50, completamente sola, consumida por la enfermedad. Fue la primera vez que pensó en suicidarse.

Tendría que abrazarse de lleno a los antiretrovirales, aceptar sus efectos secundarios y estar pendiente de sus niveles de carga viral. Tendría que cuidarse muy mucho de no coger un catarro, mucho menos una bronquitis o una pulmonía.

Tendría que haberlo pensado antes de follarse a aquel tío a pelo.

Y por aquella nimiedad, por aquellos diez minutos en los servicios de un pub, lo único que tenía que hacer ahora era confirmar sus sospechas y hacerse la prueba ELISA a la que, algo dentro de ella le decía que seguiría la Western Blot.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Saña

Primera hora de la tarde de un soleado pero frío día de invierno. La luz entra directamente por las traviesas de la ventana. Dentro de la habitación claridad suficiente como para leer y escribir, pero la luz se percibe con un tono amarillo, enfermizo.
Estancia pequeña, ligeramente caótica, hojas inundándolo todo. Incluyendo una mesa, una cama e incluso el suelo. Post-it amarillos por todas las paredes con frases escritas con una letra ilegible.
Una silueta recortada a contraluz aparece sentada frente al escritorio. Está parada, completamente inmóvil, frente a una pantalla.

“Mírate. Eres terca, terriblemente terca. Y estúpida, sí. Terriblemente estúpida. Te lo juraste, te lo juraste y perjuraste, dijiste que nunca volverías a pasar por esto, que harías todo lo posible por no tener que volver a hacerlo. Y mira…. ”

La luz cada vez entra con menos fuerza por la ventana, la estancia se va oscureciendo en tonos grises. Todo se va haciendo más frío, todo tiene un aspecto gélido. La figura sigue impasible frente al ordenador.

“¿Qué te queda ahora? Vamos, dime. Eh, valiente, ¿qué te queda? ¿Cuántos suspiros has recopilado hoy? ¿Cuánto amor? ¿Sigues sintiendo su calor a pesar de la distancia? No…. no te mientas, no me mientas. Sabías que esto era lo que iba a pasar. Sabías que no sería de otra forma, porque no puede serlo. Y aún así. Ilusa, tonta, ¡¡¡¡estúpida!!!! Te mereces todo este dolor. Te lo mereces, por pensar que podría ser diferente, que podrías ser mejor que el resto. Zorra prepotente”

La oscuridad ha inundado el habitáculo por completo. Una tenue y aún más demoledora luz anaranjada se cuela entre los agujeros de la persiana. De la silueta sólo vemos ahora el busto, recortado por la luz artificial del computador. La imagen es depresiva.

“¿Hasta cuándo vas a prolongar este dolor? ¿Hasta cuánto dolor? ¿Cuándo decidirás dejar de alargar esta asfixiante agonía? ¿Cuándo te darás cuenta de que has hecho mal y rectificarás? ¿Cuánto queda para que percibas claramente que es un error? ¡¡¡¡Vamos joder!!!! Reacciona zorra estúpida, esto no puede seguir así. Has fracasado. Lo has hecho. OTRA VEZ. No eres más que una mancha en la multitud, no eres diferente a ellos, eres tan mediocre como cualquiera de los demás”

En la pantalla empieza a parpadear un recuadro anaranjado. La silueta sale de su estado de vegetación: agarra el ratón y dirige el puntero hacía el recuadro naranja. Pincha encima y se abre una ventana en la pantalla. La silueta enciende un flexo: una luz blanca, esperanzadora la ilumina de forma semi-indirecta, descubrimos la sonrisa de una mujer.
Sonido de teclas, caracteres que aparecen sobre un recuadro dentro de la ventana recién abierta.: “Hola am....”

Se produce un apagón: la luz se va. La pantalla se apaga, el flexo se apaga. De nuevo la silueta iluminada únicamente por la anaranjada luz de las farolas del exterior. La silueta, primero solloza y luego rompe en un estrepitoso llanto. El sonido de sus lloros envuelve su figura recortada una vez más a contraluz, mientras, casi imperceptiblemente toda la imagen funde a negro.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Germinal

Entre mis brazos, sintiendo su temperatura sobre mi piel, con su cabeza apoyada sobre mi pecho. Sintiendo su respiración en mi cuello.

Giré mi cara y clave la mirada en aquellos profundos destellos que emanaban de sus ojos. Y los míos se empaparon y lloré. Lloré de felicidad y de dolor. Porque amarle me dolía. Profundo y desgarrador.

Cierto era que me abarcaba por completo, desde la punta de los dedos de mis pies, hasta el final de mis cabellos. Y su amor, o el mío, porque yo desconocía ya que era suyo y que era mío, e igual me daba porque yo sólo lo quería a él; nuestro amor, rugía en mi pecho arrancándole sonidos de más a mis aurículas y a mis ventrículos. Y en mi alma, en mi triste y penosa alma, en esa alma, desalmada tiempo atrás; ahí crecía, mecido por una etérea sensación de seguridad, mi espíritu.

Y felicidad era lo que transpiraban todos y cada uno de mis poros al observarlo así, con toda la calma del mundo tras la tormenta, tras el crepitar de los cuerpos, tras la violencia y la pasión irracional, tras sus espasmos entre mis piernas. Tras ver pasar ante mi, toda la energía del universo.


Así, entre mis brazos, sintiendo su temperatura sobre mi piel, y de nuevo con su cabeza apoyada sobre mi pecho descubrí que ya nunca podría contemplar la vida si no era a través de sus ojos.