sábado, 26 de septiembre de 2009

Las penas de la otra Lotte

Mi muy querido Werther:

Hoy he conocido a tus padres. Ha sido todo por casualidad. El futuro marido de tu hermana me saludaba efusivamente, ¡y yo sin darme cuenta! He estado hablando unos minutos con él y unos metros más allá estaban tu querida hermana, tus padres y la madre de tu futuro cuñado.

¡Pero que gente más deliciosa! He quedado auténticamente fascinada por tu padre. Tu madre, me recordaba tanto, tantísimo a mi muy querida madre que me he sentido terriblemente cómoda hablando con ella. La madre de tu futuro cuñado es un ser excepcional. Lo primero que ha hecho ha sido alabar mi larga melena rojiza, diciendo que el color fuego le encantaba pero que jamás había tenido el valor de teñírselo así.

A tu madre, como a muchas otras, le cuesta mucho entender la gran inteligencia que posees y que no todo el mundo es igual. Aún así, el disimulado orgullo afloraba enredado y semi escondido en sus rápidas palabras.

Aunque el encuentro ha sido corto, he quedado terriblemente complacida. Y no ha sido sino al despedirme cuando me he dado cuenta de cuantas ganas tenía de conocerles. De algún modo, poder verles ha suplido momentáneamente tu ausencia.

¡Oh Werther, te echo tanto de menos!

Algunos minutos más tarde me encontraba sola en un café, con todo el bullicio a mi alrededor y con toda la soledad a mi lado. Mi querido Werther, nunca pensé que me fuera a ser tan difícil vivir sin ti, sin tu espontánea presencia, sin tu azorado andar de acá para allá. Y que tremenda razón tiene aquel que dijo que la felicidad está hecha de pequeñas cosas.

Por ello parte de mi felicidad se ha esfumado, aunque me fuera devuelta el tiempo que vi a tu familia, y ahora te imagino caminando por esa ciudad que tanta felicidad me ha reportado, disfrutando de sus calles, de su gente, de su bohemio y europeo ambiente. Y añoro ser yo la que te la mostrase, la que te llevase a disfrutar de sus secretos, la que te subiera al cielo al atardecer y, desde lo alto de la torre olímpica, te dijera lo mucho que te quiere y que te necesita.

¡Oh Werther, cuán difícil se me hace tu ausencia!

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Frío

Ayer, ya entrada la noche, tan solo dos luces alumbraban en el pequeño horizonte de tejados y antenas. Además como el frío ya ha entrado, la gente ya no se para a gritar en las calles en mitad de la noche.

Quizás fue toda esa calma la que me inquietó y me revolvió dentro de la cama. Quizás por la falta de ruido me acordé de la bella Baviera. Y traidora, porque me juró no cambiar y mintió.

Ya nunca podré jugarme la cerveza a los dados, nunca sabré de quien cojones es aquella canción, porque en el Clip ya no la ponen. Nunca pasear por sus calles será igual, porque allí ya no me siento pequeña.

Al menos tengo el Vynil y con él a Glenn Miller a las once y lo mejor del funky a partir de la doce y media. También a un camarero guapísimo y a una camarera amable y un matrimonio entre ellos. Mundo, mundo....

Y al llegar aquí todos se van. Claro que no son todos, ni siquiera son la mayoría, pero recién marchados, te sientes como si no hubiera nadie más, como si estuvieras absolutamente solo. Y te encuentras día si día no limpiando las lágrimas que caen al suelo a través del hueco que los muy cabrones dejaron en tu alma.