jueves, 23 de octubre de 2008

Congoja

La desazón de no tener penas propias, de no poseer lágrimas enteramente tuyas. La tristeza porque es triste, aunque no sea tu guerra.

Todo la pena que cabe en 10 plantas de paredes manchadas de gotelet. Toda la rabia que contengan todos los goteros que irrumpen en todas las venas.

Todas las caras tristes y demacradas y ausentes, todas las miradas perdidas, las sonrisas vacías, los corazones parados....

Toda la gente: transeúntes y residentes, los que se afligen por diez minutos y los que en mitad de la noche son despertados por los aullidos de otro. O lo que es peor: por los tuyos propios.

Todo ese miedo que se palpa en el ambiente, ese llanto que muere en la garganta, esa tensión, en forma de pañuelos retorcidos, de nudillos apretados, de dedos blancos. Esa muerte detrás de cada esquina y delante de ti.