martes, 15 de octubre de 2019

Liebe ist für alle da

Ayer alguien me preguntaba si alguno de los machos que se cruzan por mi vida no intenta alzarse como aquel que me condujo a la monogamia. Si bien me hizo pensar en si alguno de ellos tenía auténticas expectativas, (que lo hay), me pareció prácticamente insultante que mi interlocutor me imaginase a la espera de tal cosa.

Claro que cualquiera de nosotros, y cuando digo cualquiera, me refiero literalmente a cualquiera, estaría mejor con alguien al lado. Pero esa persona debería cumplir una serie de funciones que casi nadie es capaz de completar.

Una pareja debe no ser sólo alguien que te quiere y desea. También ha de ser alguien que eleva tu vida, que te inspira, que te complementa y te desafía, que te coloca en una posición para ser mejor persona, de una manera en cierto modo sumisa. Es alguien que te hace creer en ti de un modo en el que crees que está por encima de tus posibilidades. Que te ilumina. Que te apoya. Que no te da la razón cuando no la tienes, pero que no te abandonará porque no la tengas. Alguien en quien confiar casi tanto, o a veces más, que en ti mismo. Alguien que cargará con tus miedos y por quien cargarías los fardos existenciales más pesados que te puedas imaginar.

Con semejante definición miré a mi alrededor, de manera metafórica claro...

Y no había nadie.

martes, 8 de octubre de 2019

V1


Me había malacostumbrado y había bajado la guardia.

Si el cuerpo se hace rápidamente a lo bueno, la mente es aún más veloz. Aunque, bien pensado.... acaso no me lo merecía? El ansiado descanso del guerrero. Un poco de paz para una mente que llevaba cavilando mucho tiempo. Una mente que había probado con creces que ya no tenía la flexibilidad mental de la juventud.

Olvidé como, meses, incluso semanas, tal vez días atrás cada momento de duda, cada momento de miedo, todos los momentos en los que las esperanzas desaparecían e incluso aquellos pocos de felicidad, pesaban. Pesaban mucho. Y ajaban mi ser. Y la ruleta rusa de emociones me dejaba el corazón, el físico, el que palpita, al borde del infarto cada dos por tres. Pero yo ya no me acordaba de eso.

Con la perspectiva del reencuentro... Qué digo del reencuentro! De los reencuentros! Se me olvidó todas las veces que me medí las pulsaciones pensando que ya no iba a aguantar más. Como también se me olvidó todo el dolor que me provoca mi incesante pensar y maquinar: cómo acercarme, qué decirte, cuándo escríbirte, cómo interpretarte. Lo peor... conocer de sobra la retahila de emoticonos con los que contestarías y como cada uno de los putos smilies me empujaban un poquito más a la histeria nerviosa que me embarga cuando creo saber como se siente alguien pero cuyos actos no acompañan esa idea.

Lo fácil en aquel momento hubiera sido cercenar mi intuición y pensar que si alguien no se comporta de una manera es porque no es de esa manera. Fácil? No, perdón, quise escribir lógico. Lo lógico hubiera sido eso. Pero la lógica no me acompaña en estos casos. En estas situaciones todo es el sentir. Sentir y como daño colateral volverme un poco más loca. También analizar y pensar profundamente y tener momentos de extraña lucidez y otros de oscura desesperanza en el que todo a mi alrededor se vuelve negro.

Pero no lo hice. No he cercenado mi intuición jamás, no lo iba a hacer ahora. Además iba a verte repetidamente, así que eso ya no importaba mucho. La verdad es que no importaba nada.

El problema siempre es la cuarta dimensión. Una cuarta dimensión que se acelera cuando careces de problemas. Y por ello me lo repetí múltiples veces: "Estás viviendo su compañía", "Estás a su lado, míralo, disfrútalo, porque habrá un momento en el que ya no esté ahí y tu pensarás que el tiempo no fue justo". A decir verdad no es la primera vez que me obligaba a pensar que estaba viviendo un momento concreto. Me suele pasar en verano. A menudo me fuerzo a tomar consciencia de los días con la vana esperanza de alargarlos.

Y a pesar de recordármelo, de mirarte a los ojos y pensar en cuantísimo la fortuna me sonreía, de sentirme bendecida por tu presencia, de concentrarme en tus brazos rodeándome y disfrutar de manera consciente el inconfundible calor de tu piel, el tiempo pasó. Y te dejé marchar mientras yo volvía a casa dando un paseo desde el que probablemente sea el rincón más feo de este pueblo.

Las endorfinas hicieron su trabajo unos días. Me gustaría decir que fue algo paulatino, que tuve tiempo a ver venir la montaña de mierda emocional que se me venía encima. Pero no fue así. Un día, 5 o 6 días después de tu marcha me desperté y pensé en lo que siempre pienso por las mañanas: Tu existencia. Y no sonrei sino que me dolió. Las dudas, los miedos, el lejanísimo futuro en el que quizás volviera a disfrutarte me golpearon cual sartén en la cocorota y ahí me quedé, como un dibujo animado, con pájaros dando vueltas alrededor de mi cabeza. Y las mariposas cual polillas devorándome las entrañas.

Si bien creo que el amor ha de elevar la vida de una persona, también creo que la incertidumbre se encarga de mutilar todo lo bueno que el amor trae, dejando sólo el vértigo a sentir y algo de esperanza. Y, aunque me gustaría creer lo contrario, me doy cuenta de que me flaquena las fuerzas para seguir dándolo todo sin esperar nada a cambio. Bien porque la edad me puede o bien porque quizás tú no lo merezcas.

Por ello, lamentablemente y por razones puramente egoistas y de salud he de hacer mío algo que le leí a @Bietka: La esperanza nunca muere. Hay que matarla.

Agua.