martes, 22 de abril de 2014

Herencia



Lego todos mis bienes a mis herederos universales, si los hubiera.

Poseo una tristeza sempiterna con la que he aprendido a convivir. Una colección de lágrimas infinitas con las que expresar multitud de sentimientos, al menos hasta que se me seque el lagrimal. Se halla también en mi poder una depresión recurrente que hunde mi estado de ánimo a las cotas más altas de miseria y que me distingue de la vasta masa homogénea de la humanidad al despojarme de toda dignidad y todo vestigio de amor propio.

Poseo también una innumerable colección de derrotas, las cuales he mantenido lo más ocultas posible a la opinión pública por miedo a empeorarlas. Dichas derrotas abarcan ampliamente el espectro vital, siendo sin duda las más dolorosas aquellas referidas indudablemente a la capacidad de alcanzar objetivos. A la capacidad de cumplir sueños. A la capacidad de ser yo misma.

Poseo, aunque sea intangible, un poder de castración digno de estudio. Dicho poder me hace maleable a la cotidianeidad adaptando mis deseos a la bajeza de las situaciones, haciendo que no desee más allá de lo que puedo conseguir. Haciendo que no luche. Haciendo que cualquier esfuerzo, por ínfimo que sea, sea demasiado. Alejándome de la realidad. Volviéndome mediocre.

Poseo una mediocridad extraordinaria. Basada, principalmente, en una cobardía execrable y en la incapacidad para la confrontación. Sobre todo con la gente que se lo merece. Esto revierte en un comportamiento típico de animales huidizos.

Poseo una pena enorme. Un agujero negro capaz de devorar cualquier buen recuerdo y devolverlo en un tono sepia, para que pueda vivir de él largo tiempo. Alimentándome de mi propia carroña. La toxicidad mental a la enésima potencia.

Poseo una excepcional maña para vivir en el pasado, para que sólo cuente los veintipocos primeros años de vida. Haciendo que mi cerebro olvide lo demás y creando un vacío de memoria que ya dura varios años.

Poseo una piedra con la que siempre tropiezo. La misma vanidosa y puta piedra de siempre.

También recurrente es el miedo a vivir que poseo. Y el dolor punzante en el pecho que azuza a esas lágrimas que ya he inventariado. Ese no poder maquillado con un querer al que se le escapa las fuerzas por cada una de las aristas que lo componen.

Poseo, finalmente, un alma, desconozco si inmortal. Un alma,que sufre y se descompone, y se marchita con cada día que pasa. Un alma que guarda vagamente la esencia de lo que un día fui y quise ser. Un alma que se resquebraja y envenena por mis actos, por mis escasas virtudes y por mi. Un alma, que al fin y al cabo, es la única que me ayuda a buscar cordura y que en momentos como hoy me obliga a escribir.

En caso de que no haya herederos universales, lego todos mis bienes a mis enemigos, al fin y al cabo, ellos siempre supieron como triunfar sobre mi.

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