Llevó un tiempo con la sensación de que llego tarde a una fiesta a la que ni siquiera sé si estoy invitada.
Que voy contrareloj a algo que no sé si va a suceder.
Que intento leer una nota en un idioma que no entiendo.
Que me rio de un chiste que pudiera ser a mi costa.
Llevo un tiempo notando como el corazón me sangra. Despacio. Gota a gota. Como un grifo que no cierra del todo bien. Cada vez que miro al suelo y veo el charco y su tamaño me asusto y clavo la vista en el frente y me esfuerzo en pensar que gotita a gotita tampoco puede ser tan peligroso. Pero dentro de mi soy consciente de que me desangro.
Otra vez.
La fina y afilada incertidumbre me ha hecho ésto. Me ha horadado poco a poco. Penetrando con cada latido. Hasta que su punta brilló al otro lado del ventrículo. Como si el fin fuera ponerle una cadenita para poder llevar mi corazon colgado de un cuello. Bisuteria efímera.
¿Pero acaso no lo he permitido yo? ¿No hubiera sido mejor llamar a las cosas por tu nombre? "Aquí está el pan, que es pan. Y aquí el vino, que es vino. Y aquí está tu boca que me interesa mucho más que comer y beber ahora mismo.".
Pero no, esas cosas no se dicen.
Lo primero: por el posible rechazo. ¿No es más hermoso vivir una esperanza que llorar una certeza? Sí, sí que lo es. La esperanza da fuerzas, que quizas vengan de una irrealidad, pero eso es indiferente. Sin embargo, la busqueda de la verdad en este caso puede forzar a tomar consciencia de la soledad de una manera cruel. Una manera que obliga a tener los pies en la tierra y a recordarme la situación que me rodea.
Esa soledad que no incapacita pero que obliga a ser más fuerte y a apoyarme aún más en mi. A ser mi propio Atlas aguantando en solitario todo el inmenso peso de mi mundo interior.
Lo segundo: por que solo soy capaz de vislumbrar el comienzo. No sé qué vendrá después. Si soy sincera, ni siquiera sé qué quiero más allá. No hay imaginaciones, ni fantasias, ni clarividencia más allá de alcanzar esa boca que a estas alturas se siente casi como un premio cinegetico. Como si conseguirla requiriera de una estrategia. Como si aquello que aparecio en un punto medio entre el pubis y el pecho no fuera ahora más que una obsesion emocional capitalista y febril. La loba de Wall Street de tu boca. Y de tú nariz. Y de tus ojos enmarcados por esas cejas inexpresivas. Esa cara de nada que me impide leerte. Esos ojos muertos mataos que no quiero tener la responsabilidad de revivir para poder entender . Una adivinanza que me desafia y que transmuta lo organico en tensión y dudas que pasean entre la perplejidad de no entenderte y lo dulce que se anticipa adivinarte. Un puzzle, eso eres.
Uno que no sé si quiero resolver.
lunes, 3 de noviembre de 2025
DIY
Etiquetas:
Mentiras autobiográficas
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