martes, 13 de noviembre de 2007

Almas gemelas

Una noche, él osó musitar un “te quiero”. Ella hizo como que no lo escuchaba.

Más tarde, otra noche, la palabra, llena de confianza en si misma, volvió a salir de su boca. Y ella se la creyó. Aún a sabiendas de que era mentira, teniendo claro que esa criatura estaba todavía muy lejos de tener una capacidad definida de amar.

Pasó el tiempo y el te quiero se quedó corto. Te quiero estaba vacío, te quiero no era nada, quizá una fina capa, una ínfima parte de todo lo que había detrás. Y así surgió el ingenio, agudizado por la distancia, por la necesidad de oír latir al mismo compás dos corazones tan alejados.

Cabe decir que te quiero seguía siendo mentira. ¡Pero qué importaba! ¡Qué más daba! ¿No lo entendéis? Pobres cuerdos, ¿acaso jamás os habéis aferrado a un clavo al rojo una y otra vez, con las manos llenas de llagas? Bueno, tal vez no seáis esa clase de persona.

Así con el ingenio, como bien relataba, llegaron las palabras más dulces, las metáforas más agudas, los sueños soñados de despiertos.

Una noche él dijo: “Como siameses unidos por el cerebro y por el corazón, pero no por nuestras piernas”. Y ella se lo creyó. Y se aprendió esa frase, repitiéndola una y otra vez, hasta que perdió su sentido.

El desapareció. Tardó un susurro en borrar cualquier indicativo que mostrase que alguna vez estuvo allí. Y ella, perpleja, se quedó con sus palabras: Como siameses…. Como siameses…. Volverá.

Pero no. Fue ella la que se volvió loca. Aunque nunca dejó de esperar.

Y un día La Loca se fue a buscarle. Se marchó a los confines del mundo hasta dar con él. Finalmente lo encontró y clavo sus ojos huecos en él: “Como siameses unidos por el cerebro y por el corazón, pero no por nuestras piernas”. Él la reconoció entonces y se quedó estupefacto. “¿Sabes?”, dijo ella, “Tengo, desde hace mucho, mucho tiempo un peso en la cabeza”. Acto seguido sacó una pistola y se la colocó en la sien. De nuevo, habló:



“Ya nunca volverás a mentir a una mujer”



Y una bala le atravesó de lado a lado la cabeza.

1 comentario:

César dijo...

Madre mía, Virgen del Pompillo (con la telaraña al culo). Fántastico, maravilloso. La vena sádica que te ha dado últimamente tiene su mal rollito, pero este post en concreto me ha parecido acojonante. El giro del final, magistral. La idea, cojonuda. ¿Y luego me dices por qué nunca comento nada? Porque es difícil comentar posts así sin sentirte imbécil. Es como ensuciarlos, porque no estás a la altura.
Un beso.