viernes, 30 de noviembre de 2007

Pánico

Me desperté empapada en sudor, completamente desorientada, con una sensación de terror que hacía que el corazón se me saliera del pecho. Miré por la ventana para tratar de ubicarme. La ciudad despertaba entre una difusa niebla. Froté mis ojos tratando de encontrarme a mi misma, de reaccionar. Cuando los abrí la niebla había desaparecido.

Volví a apoyar la cabeza sobre la almohada, mirando al techo esta vez. Sentía como la humedad calada en mi pijama se enfriaba y, sin querer, me puse a temblar.

Sin prestar ningún tipo de atención a las involuntarias convulsiones de mi cuerpo me dediqué a pensar qué era aquello que me había provocado tanto miedo. Traté de recordar que era lo último en que había pensado antes de dormir, justo en el instante en el que los párpados caen definitivamente y los ojos se deslizan ligeramente hacia arriba.

Fue fácil acordarme: estaba pensando en él. Al fin y al cabo, para él era mi último pensamiento de la noche y el primero de cada mañana. Su imagen me reconfortó y oprimí contra mi pecho el nórdico que me tapaba mientras un suspiro se abría paso entre mis labios.

Entonces una sucesión de escenas llegaron a mi cabeza: Él mirándome a los ojos, él torciendo su mueca, él completamente triste y decepcionado, él lleno de ira, marchándose, sin mirar atrás y, por último, yo con la certeza de haber sido descubierta.

Por suerte todo había sido una pesadilla. Pero, a veces, me puede el miedo y pienso si sería eso lo que pasase si descubriera que soy sólo una fachada y que lo poco que hay detrás es pánico a vivir.

1 comentario:

Guille dijo...

dios, me encanta....